
En los últimos años del franquismo algunos pocos jóvenes conscriptos se negaron a
cumplir el servicio militar con argumentos que inquietaron a las autoridades de la
dictadura y ofuscaron a su sector más ultraderechista. Plantearon una objeción de
conciencia que evocaba postulados antimilitaristas, sobre todo los que resultaban de la
contraposición de valores como la paz, la justicia y la noviolencia con los del
militarismo, la injusticia social y la obediencia ciega. Chocaba esa actitud desobediente,
que provenía de quienes también se consideraban católicos, porque hasta entonces sólo
la habían planteado los Testigos de Jehová, una minoría religiosa que continuaría siendo
mayoritaria entre los objetores españoles hasta los primeros años ochenta.
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