ADIOS A LAS ARMAS

ADIOS A LAS ARMAS
Contacto a través de correo electrónico: 1971adiosalasarmas@gmail

miércoles, 13 de agosto de 2014

ADIOS A LAS ARMAS


En 1971 se respiraban aires de cambio en España. La dictadura del general Francisco Franco quien había accedido al poder tras el golpe de estado de 1936, daba señales de agotamiento. Las potencias internacionales tomaban posiciones ante el inminente final de la dictadura. Del mismo modo que se había establecido para Europa, tras finalizar la segunda guerra mundial, un sistema político de democracia formal basado en partidos políticos y un reparto del poder del estado proporcional a los resultados electorales, así se planificaba en las cancillerías europeas la transición española. En algunos países europeos, y por supuesto en España, el servicio militar era obligatorio. La industría armamentística europea no hacía sino crecer e internacionalizarse a través de grandes inversiones.Se planeaba la futura incorporacicón de España a la OTAN......


En la sociedad española había inquietud. Se producían las primeras agitaciones en las universidades y en los lugares de trabajo. Aparecían nuevos planteamientos ideológicos ante el inminente cambio social. A pesar de haber sido educados en el estricto marco de un estado totalitario, algunos jóvenes mantenían su espíritu crítico y libre de ataduras. Entre ellos los había que habían leído a Tolstoy, Henry Thourau, Sartre o Bakunin, que habían reflexionado sobre los evangelios y textos sagrados de otras culturas, conocían las enseñanzas de la no violencia activa de Mahatma Ghandi, especialmente a través del trato directo con su discípulo Lanza del Vasto, y tenían noticia de las luchas de activistas no-violentos tales como la de Lluis Maria Xirinacs contra la dictadura franquista  y por la Asamblea de Catalunya o la de Martin Luter King en pro de las libertades y derechos humanos en EEUU y sacaban sus propias conclusiones sobre cómo encarar sus vidas y los cambios políticos y sociales que se avecinaban.

A pesar del romanticismo que rodeaba en aquella época a las ideologías partidarias de la lucha armada, aquellos jóvenes habían llegado a una conclusión muy diferente. Si se quería un cambio radical y definitivo en pro de las libertades en España y en el mundo, si se pretendía corregir el mal funcionamiento de la justicia carente de independencia o eliminar la corrupción y la prepotencia de la clase política , si se quería en definitiva conseguir realmente vivir en democracia, había que plantearse en primer lugar abolir los ejércitos y hacer desaparecer las guerras . No puede haber democracia en España ni en el mundo cuando enormes recursos financieros de todos los ciudadanos se emplean en la carrera de armamentos y en la destrucción de otros seres humanos en lugar de luchar contra la desigualdad, la probreza y el hambre en el mundo.

Pero, como ocurre hoy en día, esta manera de ver las cosas fue considerada utópica, irrealizable, propia de personas ilusas, que no pisan la tierra y que era mejor ignorar. Sus reivindicaciones no eran políticamente correctas. Empezando por los representantes religiosos que predicaba la paz pero sólo de palabra y  siguiendo por los políticos de  uno y otro signo que decian luchar por las libertades políticas, nadie quiso tomar en consideración la necesidad de reducir el gasto militar y plantear una economía basada en una cultura de la paz para poner los cimientos de una desarrollo sostenible. Bien al contrario, la transición española se convirtió para el holding internacional en una oportunidad de hacer inversiones en la industria armamentística española. Aquellos jóvenes que propugnaban la abolición de los ejércitos como solución a muchos de los males que sufre la humanidad se convirtieron en voz que clama en el desierto.

 En la sociedad española de aquel momento se alardeaba de valores castrenses como un complemento educativo para los jóvenes. Las iglesias cristianas, a pesar del radical pacifismo de su fundador, no eran capaces de profesar explicitamente su renuncia a la violencia, temerosas de cuanto pudiera acaecerles en aquellos momentos de cambio y de que pudieran perder mucho de lo conseguido, precisamente gracias a las guerras. Había opositores al régimen franquista que consideraban la lucha armada como el instrumento idóneo de cambio, aunque a la hora de la verdad, excepto ETA, la mayoría no dudaron lo más mínimo en cambiar sus planteamientos ante la oferta de la clase política franquista de compartir el poder del estado. Algunos independentistas argumentaban sobre la cobardía de no empuñar las armas para defenderse de la injusticia y conseguir las libertades políticas y civiles.

En el plano internacional no se quería contemplar otra opción al desarrollo económico que no fuera acompañada de la carrera de armamentos, la guerra fria o la guerra abierta en aquellas partes del mundo en donde, a juicio de quienes las declaran, era necesario defender la libertad de mercado y la democracia parlamentaria ( planteamiento occidental) o el control de los medios de producción y la igualdad entre clases sociales (planteamiento soviético) . Aquellos jóvenes deseosos de una cultura de la paz, se quedaron solos ante una sociedad lanzada precipitadamente a un cambio cuyas metas no fueron claras desde el primer momento.Se aceptó la propuesta monárquica de Franco. Se renunció al referendum pactado tras la muerte del dictador entre monarquía o república y se buscó un sistema de representación deficiente en el que los políticos pueden hacer con nuestro dinero y nuestras vidas lo que quieran por el simple hecho de votar en unas elecciones.
El tiempo se está encargando de mostrar lo equivocado de este planteamiento, tanto en el caso español como en el europeo y en el plano internacional. Desde una perspectiva pacifista, la inestabilidad económica internacional es precisamente la consecuencia de buscar el lucro en inversiones no productivas como la inversión armamentista y la necesidad de contar con la guerra para mantener y rentabilizar dicha inversión. La crisis económica actual apunta hacia el proceso, hasta ahora negado, de que será necesario abolir los ejercitos y renunciar a la carrera de armamentos si quiere salir de esta crisis estructural y retomar la senda del bienestar económico.

Así pues la lucha por el desarme planteada hace ahora cuarenta años por aquel grupo de jóvenes que se negaron a coger las armas, resulta hoy día de total actualidad y conecta con las reivindicaciones de los movimientos de indignados en todo el mundo. No a la carrera de armamentos y a la guerra. No a una clase política al servicio de intereses económicos no productivos. Más igualdad económica. Mayor representatividad y más democracia.

Es evidente que el mundo recibirá un enorme impulso económico y democrático el día que desaparezcan los ejércitos y la carrera armamentista toque a su fin.

Es evidente, pero para ello hay que vencer muchos obstáculos. En primer lugar,la democracia debe ser desarrollada coordinadamente a nivel nacional e internacional . Las actuales revueltas en los países árabes que se extenderán pronto a Israel, EEUU, China y Europa en busca de mayores cotas de libertad política constituirán una oportunidad para hacer que funcionen las instituciones internacionales ya creadas y carentes de democracia y por tanto inoperantes hasta el momento presente. En segundo lugar es necesario cultivar , no en la teoría sino en la práctica,los valores de solidaridad entre los seres humanos y de respeto a la naturaleza. En tercer lugar hay que acabar con el eufemismo de que la guerra “libera”, “extiende la igualdad”, “ lleva la justicia a donde no existe”, “ construye la democracia “ , “ salva al oprimido” y “ nos protege de nuestros enemigos “. Acabar con la hipocresía de considerar la guerra al servicio de las causas nobles y espirituales, en lugar de considerarla uno de los problemas más terribles que tiene la humanidad. Se trata promover un cambio de rumbo radical en la manera de entender la democracia y las relaciones internacionales que en la actualidad se basan en una escala de valores destructiva.

Mientras la democracia no llegue a los organismos internacionales estaremos en manos de dirigentes políticos corruptos y mediocres , potenciados por los medios de comunicación como personas inteligentes pero en la realidad capaces de llevarnos al mayor de los desastres. Y seguiremos enfermando psíquica y mentalmente como consecuencia de comulgar con las ruedas de molino de una demagogia política empeñada en hacernos creer que los ejércitos y el militarismo son además de necesarios, compatibles con la democracia.

El convencimiento de que el camino de las armas no es el camino correcto para solucionar los conflictos entre seres humanos, hizo que aquellos jóvenes no quisieran ser entrenados para la guerra, se negaran a coger las armas y obedecer órdenes que tuvieran que ver con la muerte de sus semejantes. Por todo ello fueron condenados a penas de cárcel. Proclamaban que la solidaridad y la compasión y no la destrucción son normas que deben regir las relaciones humanas. Al fin y al cabo se trataba del mensaje cristiano en el que la sociedad occidental dice ser educada. Los campos de exterminio nazi mostraron a donde se puede llegar cuando el ser humano da la espalda a estos valores y renunciando a su conciencia y a su espíritu crítico justifica la ciega obediencia. Y sin embargo, a pesar de lo terrible de sus consecuencias, esta enseñanza parece olvidada. Una vez más la desigualdad y la violencia se disfrazan de progreso y cambio social. Así fue como el problema de la neutralidad española, contemplada al inicio de la transición, fue rápidamente arrinconada para dar paso a una supuesta necesidad de pertenecer a la OTAN en un acto de filibusterismo político sin precedentes por parte de quienes se autodenominaban demócratas y progresistas.

España está ya en la OTAN, tal como se había planificado. La producción armamentista española ya está integrada en el selecto club de financieros internacionales y da buenos dividendos a quienes siguen invirtiendo en guerras. El hambre, la desigualdad, la injusticia y la miseria humana siguen presentes en el mundo. Algunas guerras como la judeo-palestina, debido a su alta rentabilidad en el rearme de la zona, se han hecho crónicas. La prepotencia del militarismo sigue siendo brutal. Las desigualdades sociales no remiten. La destrucción de la naturaleza ha llegado al límite. Es lógico pues que se haya producido una nueva y profunda crisis económica. Pero no podemos permitir que se paralice la máquina productiva y se nos presente una guerra de dimensiones colosales como única solución, como ha ocurrido tristemente en el pasado siglo.

La humanidad necesita un cambio en sus estructuras económicas y políticas y en su modelo de desarrollo. Tras la segunda guerra mundial la reconstrucción de lo destruido hizo olvidar la magnitud de la tragedia y se volvió a un sistema económico que incluye la carrera de armamentos, el fallo está a la vista y el ciclo se está cerrando. Las guerras son la consecuencia de que algo ha sido destruido con anterioridad. Hemos de trabajar en este caso para evitar la tragedia.

El presente blog ha sido creado por aquellos mismo protagonistas que a partir de 1971 se negaron a empuñar las armas y a obedecer órdenes de mandos militares. Fueron objetores insumisos y pagaron con la prisión su osadía de desafiar primero a la dictadura y luego también a los gobiernos de una democracia formal pero realmente poco representativa, que seguían sin reconocer el derecho a negarse a participar en el entramado militar y coger las armas.

Fueron treinta años de lucha en los que pasaron por las cárceles muchos jóvenes españoles desde aquel 1 de enero de 1971 en que Pepe Beúnza Vazquez, primer objetor de conciencia por motivos éticos y filosóficos, se negó a coger las armas hasta aquel otro 31 de diciembre de 2001 en que el gobierno español decretó el final del servicio militar obligatorio en España. Un total de más de 1000 años de cárcel en su conjunto fue el tributo a pagar por su desobediencia.Una explosión de generosidad por parte de una juventud que muchos pensaban adocenada y domesticada por el franquismo. Un fenómeno social con el que no contaban quienes estaban planificando la transición y pensaban dejar tal cual la estructura económico-militar dominante. Un estorbo para quienes aplicaban el principio de cambiar algo para que nada cambie.

Se trató de una lucha exitosa, basada en la no violencia, que no rebajó ni dulcificó su meta hasta conseguir que el servicio militar dejara de ser obligatorio en España. Una lucha que no necesitó ni de líderes ni de héroes ni de falsos representantes del pueblo, ni de consensos, ni de negocioaciones con los poderes del estado, ni de la violencia. Una lucha que sacó su fuerza de la coherencia de quienes no quisieron sacrificar ni su independencia personal al pensamiento único, ni sus sentimientos de compasión con el que sufre y de solidaridad con el resto de la especie humana a una justificación de la necesidad de la violencia. Una lucha de quienes nunca creyeron que el verdadero enemigo está más allá de las fronteras.

Pepe Beúnza, Jordi Agulló, Juan Guzmán, Rafael Rodrigo, Martí Olivella, etc... exponen aquí en este BLOG cómo fue su negativa a coger las armas, cuales fueron y son en la actualidad sus planteamientos frente al militarismo, la política y la vida en general.

A su vez es un BLOG orientado a la colaboración de todos aquellos que plantearon su oposición al servicio militar entre los años 1971 y 2001 y se convirtieron en objetores de conciencia insumisos al servicio militar en España. Estamos convencidos que sus experiencias personales y sus reflexiones sobre el pasado y el presente pueden aportar puntos de vistas de valor para la presente generación de jóvenes que indignados está saliendo a las calles con actidud no violenta y pidiendo mayor participación en las decisiones políticas. Pensamos también  que su actitud y perspectiva no violenta puede ayudar a la resolución de conflcitos personales, colectivos o sociales.

Por último es un BLOG abierto a cuantas personas quieran entablar un diálogo o un debate sobre las ideas que aquí se exponen o con los autores de las mismas.

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lunes, 9 de junio de 2014

FEMINIZACIÓN DEL ESTADO: LA MUJER EN EL EJÉRCITO


La feminización del Estado: La mujer en el ejército

Viernes.28 de mayo de 2010 2599 visitas - 10 comentario(s)
María del Prado Esteban Diezma#TITRE
Presentamos este interesante documento que versa sobre mujer, feminismo, militarización y sociedad en general, y que fue publicado en el último número de la mítica revista Ekintza Zuzena. Lo publicamos en Tortuga con permiso de su autora, a quien agradecemos su esfuerzo al escribir sobre este tema, y su deferencia al hacérnoslo llegar. También agradecemos a las personas que editan el Ekintza la consideración que nos demuestran enviándonoslo puntualmente. Nota de Tortuga.

Intervención en el “Otoño Libertario”
CNT Madrid, 25-octubre-2009
Idoia Rodríguez Buján ha sido la primera mujer soldado muerta “por España”, cayó en Afganistán, en 2007, defendiendo los intereses imperialistas del Estado español (y su alianza con EEUU) en ese país. El Ministerio de Defensa está en manos de otra mujer, responsable no sólo de las operaciones militares en el exterior, y del rearme del ejército sino de lo que sucede en cada cuartelillo de la Guardia Civil, dado que es un cuerpo militar, que depende de ese Ministerio, además del de Interior.
Estos hechos, entre otros muchos, rompen algunos tópicos y estereotipos, como el de que las mujeres son siempre pacifistas y víctimas en las guerras, mientras que los hombres son belicosos y por ello las inician. Hoy, en La Legión, un cuerpo fundado por Millan Astray y perfeccionado por Franco, que ha sido considerado el reservorio de los disvalores machistas más repulsivos, más del 9% de sus miembros son “damas legionarias”, con iguales tareas y cometidos que sus compañeros, “caballeros legionarios”. En el conjunto de la tropa del ejército español las mujeres son el 18% pero la demanda femenina ha tenido un incremento anual sostenido del 60%. El 25%, en las Escuelas Militares, son alumnas y pronto comenzarán a alcanzar el grado de general las primeras que cumplan los requisitos de antigüedad y formación. El modelo español ha sido calificado de los más “progresistas” porque permite el acceso de las mujeres a todos los puestos, incluidos los de combate. En el Cuerpo de Reservistas Voluntarios las féminas suman casi un tercio de los 4.500 integrantes con que cuentan. Tales son algunos de los hechos.
Eso significa que en los próximos decenios muchos crímenes de guerra, actos genocidas y torturas serán perpetrados por mujeres (hoy está ya comenzando a suceder) lo que hace tambalearse muchos de los presupuestos de un feminismo sexista esencialista y estatolátrico. No puede aceptarse el argumento de que las féminas están siendo usadas por el patriarcado como carne de cañón pues en la cadena de mando de las instituciones de la violencia estatal su número crece sin cesar. En los cuerpos represivos su presencia aumenta más rápido incluso que en el ejército y son ya el 56% de los aspirantes para la escala ejecutiva de la Policía Nacional, lo que significa que, en un futuro próximo estos cuerpos estarán mandados por mujeres a las que habrá que calificar como miembros de pleno derecho del Estado y ejecutoras de su política represiva.
La misoginia de los ejércitos es una ideología históricamente formada en un periodo muy específico. El Código Civil napoleónico de 1804 instauró un concreto sistema patriarcal parcial que respondía a las necesidades e intereses del sistema liberal estatal-capitalista en la época. Aquí fue servilmente copiado por el Código Civil de 1889 (1) . Estos textos legislativos institucionalizan la preterición femenina, y estatuyen la noción de familia como orden jerárquico, asentado, por tanto, en el desamor, en el que prevalece el varón. Pero tales privilegios fueron un regalo envenenado hecho a los hombres pues a cambio de ellos debían entregar sus vidas al Estado. Los ejércitos de Napoleón I eran un sumidero que consumió lo mejor de la juventud masculina europea en su época. Las mujeres estuvieron obligadas a parir hijos para las guerras de las elites mandantes como los hombres lo estaban a servir, y a menudo morir, en las mismas. La obligada segregación de los sexos que exigía la vida castrense imponía el ascenso de valores y prácticas depravados como el alcoholismo, la prostitución y la violencia entre iguales. De estos ambientes es de donde surge la misoginia, precisamente por estar excluidas la mayor parte de las mujeres de tales situaciones de las que sólo participaban hombres y prostitutas. Lo que vulgarmente se entiende por “macho”, es decir, un varón chulesco, violento, inmoral y misógino, es una creación sobre todo del ejército, por el que fueron forzados a pasar todos los hombres y no de la condición masculina en general.
Pero la esencia de los ejércitos no era la marginación femenina sino la afirmación coercitiva del Estado, su agresividad frente a todo lo que se le oponga en el interior y la lucha con las otras potencias por el control de los recursos mundiales. El machismo es un valor prescindible sujeto a las necesidades cambiantes del sistema y no forma parte de lo substancial de la institución. Hoy es posible encontrar entre los documentos oficiales de las Fuerzas Armadas auténticos alegatos feministas (2) que resultan imposibles de interpretar desde los simplistas presupuestos del antimilitarismo de hace treinta años.
Durante los gobiernos de la socialdemocracia, de 1982 a 1996, se inició el ascenso imparable de las empresas multinacionales españolas que fortaleció y prestigió como nunca el capitalismo (3) y su expansión neocolonial. Vinculado a ello se redefinieron los objetivos de la política de “defensa” en España. Tal política estaba destinada a favorecer el ascenso del Estado español como potencia imperialista (4) y su primera traducción práctica fue la de cooperar con las operaciones de Mantenimiento de Paz (sic) patrocinadas por la ONU; para ello la creación de unas fuerzas armadas profesionales era un requisito imprescindible. El ejército de reemplazo era ya obsoleto en esos años pues la caída de la tasa de natalidad hacía prever una disminución notable de los soldados de quintas. Pero sobre todo había dos aspectos que lo hacían inviable, la percepción social de que tal institución representaba los principios del régimen franquista y era una amenaza permanente para la sociedad civil y la imposibilidad de desarrollar los planes neocolonialistas del Estado Español en la esfera mundial, pues en la guerra del Golfo, en 1991, se comprobó que el envío de efectivos militares fuera de nuestras fronteras era muy conflictivo con tropas de reemplazo (5) . La culminación del proyecto de ejército profesional encontró un escollo muy importante en la voluntad civilista de la sociedad española que repudiaba la vida castrense de manera que, si a principios de los años 90 del siglo pasado el número de objetores respecto al de soldados era del 14%, en los años finales del decenio llegó a ser del 93%, por ello un estudio de una fundación cercana a las instituciones estatales concluye que dada “la declinación de la disponibilidad de hombres de 18 años y el desinterés generalizado por la profesión militar, el mantenimiento de un número casi constante de aspirantes a las FFAA sólo ha sido posible gracias a la creciente participación de las mujeres en las sucesivas convocatorias” (6) . De ese modo en la actualidad se ha podido destinar a operaciones en el exterior casi 8000 militares suprimiendo el tope de 3000, que existía hasta 2008. En el caso de las mujeres son, además, unas tropas especialmente motivadas, entusiastas y entregadas a sus funciones, pues las consideran “liberadoras”.
Lo cierto es que si para el primer liberalismo la reclusión de las mujeres en la esfera doméstica era una necesidad política y militar (7) de primer orden hoy sus objetivos exigen la “emancipación “ femenina de la cárcel del hogar, las mujeres están llamadas a servir al sistema no como madres sino como soldados y también como productoras en el sistema laboral. Estos cambios suponen una auténtica refundación del Estado que aumenta su capacidad de dominar y sojuzgar vistiéndose con un aura de libertador de las mujeres y otros sectores antes oprimidos. Este aspecto ha tenido una importancia decisiva en la percepción social del ejército que ha pasado a ser la institución mejor valorada de todas las del Estado según un sondeo del CIS en 2008, consiguiendo crear entre los ciudadanos la imagen de unas fuerzas armadas modernas y progresistas, feministas y humanitarias, cuyo mejor símbolo es la figura femenina, que para el imaginario social, tanto para hombres como para mujeres, sigue siendo expresión de pacifismo.
La capacidad para dotar al ente estatal de virtudes redentoras ha sido el objetivo esencial de la sociedad de la información, es decir, de la manipulación; en el asunto que nos ocupa el instrumento para acometer la vida interior de los sujetos y dirigirlos a su favor ha sido el feminismo de Estado, impulsado por el PSOE, que ha ido engordando y ampliando el Instituto de la Mujer, creado en 1983, hasta darle carácter de Ministerio, fundando, en un arrebato orwelliano, el de Igualdad, digno heredero, por otro lado, de la Sección Femenina franquista.
De las corrientes feministas existentes, el feminismo institucional ha ido extrayendo las ideas y argumentos para ganar a las mujeres a su causa y convertir a una porción sustancial de ellas en fuerza de choque del sistema. Puesto que las virtudes castrenses no habían formado parte del universo mental femenino en el pasado, su creación ha de ser calificada como muestra innegable de la potencia de los instrumentos de manipulación de las conciencias en la sociedad actual.
El odio es el decisivo estado de ánimo del soldado de los Estados, las guerras injustas solo pueden sustentarse en la hostilidad hacia el enemigo y la xenofobia (8) , el odio, junto con el egoísmo han de ser la disposición anímica prevaleciente en la sociedad para llevar a efecto los objetivos del Estado, tener instrumentos poderosos de represión en el interior y de conquista en el exterior. El aborrecimiento irracional a los hombres ha sido, por eso, el camino por el que muchas mujeres se sienten realizadas en la vida militar. Esta emoción ha actuado como idea medular de cierto feminismo nietzcheano y fascistoide afín de forma ontológica al sistema. En “El Segundo Sexo” Simone de Beauvoir deplora la falta de agresividad de las mujeres pues “la violencia es la prueba auténtica de la adhesión de cada cual a sí mismo”, envidia la “voluntad macho de expansión y dominación” que pretende presentar como la esencia de la masculinidad, sin serlo, pues tal imagen depravada no puede representar al común de los varones sino a ese chulesco y provocador matón de cervecería que constituía las SA nazis, que es a quien la autora venera. Es ese sujeto machista gestado en las guarniciones militares quien se toma como ejemplo para reescribir la nueva feminidad, asumido ya que “el amor es el opio de las mujeres” (9) la guerra por ansia de dominación pasa de ser abominable a considerarse natural. Por otro lado el feminismo institucional ha conseguido imponer la idea de que el salario es el principal instrumento de la emancipación femenina, de modo que la vida militar, si es profesional, o sea como mercenarias, se considera legítima. También se ha justificado la apetencia de poder como meta para las mujeres, lo que casa muy bien con la jerarquización de la institución militar.
Los instrumentos para conseguir esas fundamentales modificaciones en la idiosincrasia femenina han sido múltiples y complejos. Las teorizaciones feministas nietzcheanas se han dirigido a los sectores de mujeres preocupadas por su condición y con un cierto nivel intelectual, pero también se han difundido desde el cine, la novela, las revistas y la prensa, las “agencias de igualdad” dependientes del gobierno, la enseñanza, los sistemas de formación de las empresas, de manera que nadie, ni mujeres ni hombres, pueda sustraerse al perpetuo bombardeo de los dogmas oficiales.
Pero el enfrentamiento entre los sexos inducido desde arriba, que no es solo entre los sexos pues se extiende a la contienda general de los iguales, proporciona otro valor positivo para la expansión de los recursos militares del sistema. La depravación y desintegración de la vida social ha sido siempre el caldo del que se nutren las mesnadas militares y policiales. El ascenso de formas degradantes de vida y diversión en las que muchas mujeres han visto rasgos emancipadores es uno de los asuntos a tener en cuenta. Otro, sin duda, es el ocaso previsible, en los años venideros, de la familia, presentado por algunas corrientes pretendidamente radicales como un gran logro social, pero que es realmente hoy una de las aspiraciones fundamentales del sistema que consigue con ello eliminar la última institución que agrupa a los sujetos al margen del Estado y en el que todavía perviven, de forma imperfecta e incompleta pero muy real, los valores de la convivencia, el apoyo mutuo, el colectivismo y el desinterés. La desaparición de la familia no se produce en el marco del surgimiento de otras formas alternativas y superiores de vínculos sociales (10) , sino de la destrucción de todos los lazos que unían a las personas al margen de las instituciones gubernamentales y tendrá como resultado la constitución de un sujeto aislado de sus iguales, sin relaciones humanas relevantes que será por tanto, presa del Estado.
No habrá, entonces, una red de parientes que se preocupen, que lloren o que protesten por sus hijos o hijas y hermanos o hermanas llevados a las guerras futuras, y los soldados (mujeres en un porcentaje cada vez mayor) podrán ser enviados a morir en cualquier parte del planeta.
El Ministerio de Defensa gasta algo de dinero en hacer publicidad de las facilidades que tienen las militares para ejercer su maternidad, pero es obvio que en una sociedad de alta natalidad, las mujeres afluirían menos al ejército, de modo que, en este asunto, como en tantos otros, se practica no la prohibición sino el adoctrinamiento que impide a los sujetos pensar y desear siquiera lo que no conviene al sistema. La función que asignó el primer liberalismo a las féminas en la reproducción para el mantenimiento del sistema productivo y el ejército ha quedado obsoleta en las sociedades de la modernidad tardía que, además de expoliar los recursos económicos del Tercer Mundo, han ampliado este saqueo a la explotación de sus recursos demográficos. De esta manera las mujeres en Occidente son dedicadas principalmente al trabajo asalariado y las funciones estatales (en el ejército, la policía, la judicatura, la enseñanza y los medios de adoctrinamiento entre otros) mientras en los países pobres otras mujeres están obligadas a parir hijos e hijas para ocupar la escala inferior en el sistema productivo occidental generando así un sistema de castas propio de las sociedades despóticas más aciagas.
En la actualidad cinco millones y medio de inmigrantes suplen a los niños y niñas no nacidos en el reino de España desde los años 80, unos miles lo hacen como tropa en el ejército español. Estas personas, nacidas y criadas en sus países de origen, ocasionaron un gasto tanto a sus familias como al Estado pero no serán productivos en ese entorno sino a miles de kilómetros, convirtiéndose así en uno de los más lucrativos negocios del momento actual. Por ello la maternidad, en occidente, no conviene al poder establecido y es denigrada, menospreciada e impedida por todos los medios a su alcance.
El más fundamental golpe a la maternidad viene de la manipulación de la psique femenina que ha producido un declive de las capacidades afectivas en un número creciente de mujeres que han reprimido y ahogado un elemento emocional, vinculado a su propia fecundidad, que en principio forma parte (en una gran porción de ellas) de su vida más íntima. Además han conseguido que, en el orden de prioridades, deseos y aspiraciones de las féminas el trabajo, la diversión, el dinero, el poder sobre los demás o cualquier minucia egoísta o placentera se encuentre por encima de la maternidad. Para las que no hayan sido completamente devastadas por la ideología dominante usan la coacción de las empresas, del entorno inmediato familiar y social (de personas asimismo adoctrinadas), y de los “expertos” (médicos, psicólogos etc.) que intervienen constantemente en la vida de los sujetos para imponer los intereses del capital y del Estado, entre otros. Se vincula el aborto a la “libertad” de la mujer, que es “libre” de abortar pero no de ser madre y se promocionan desde las alturas todas las formas de sexo no reproductivo, argucia fundamental para que la tasa de natalidad siga cayendo. Con todo ello el sistema está consiguiendo imponer sus intereses en lo demográfico a la sociedad para convertir a las mujeres en escuadrones dedicados a la producción, el consumo, la vida militar y policial.
Para fortalecerse el Estado ha modificado de forma esencial la cosmovisión de millones de sujetos femeninos ello hace que cada vez haya más mujeres en los aparatos de violencia estatal, además aparecen implicadas en casos de torturas, crímenes de guerra y actos similares. Ellas obtienen ahora de las instituciones estatales privilegios legales y económicos parciales pero ciertos (11) , del mismo modo que antes se les dieron a los varones, pero estas ventajas llevan aparejadas las mismas cargas que han portado los hombres históricamente, las de ir a las guerras y morir en ellas por las élites mandantes de sus países. En la compleja situación mundial actual no pueden descartarse conflictos bélicos de gran letalidad en el futuro que se acerquen a la Guerra Total, si tal hecho acontece los ejércitos profesionales serán insuficientes y los países implicados harán levas en masa a las que serán llamadas las mujeres, al igual que los hombres (12).
El feminismo de Estado es hoy la ideología equivalente al patriotismo de principios del siglo XX; si aquella fue el alimento espiritual de una generación de varones que pereció por millones en los campos de batalla de la I Guerra Mundial (y poco después en la Segunda) ésta cumplirá la misma función para las mujeres en los conflictos bélicos por venir. Por ello esta ideología, que ha permitido la vinculación y apoyo de un importante sector de las féminas para los planes del ente estatal es un factor estratégico de primer orden que el sistema no permitirá que sea tocado sin una acción ofensiva feroz.
Las jerarcas del feminismo institucional, Carme Chacón, Bibiana Aído y María Teresa Fernández de la Vega entre otras, son culpables de la muerte de la soldado Idoia Rodríguez Buján y lo serán de la muerte en las guerras futuras, de miles (tal vez incluso cientos de miles) de mujeres, no ya soldados voluntarias sino muchachas que serán llamadas a filas por su quinta cuando el ejército profesional quede rebasado. Ellas son el enemigo principal de las mujeres en el presente.
En conclusión:
• El antimilitarismo de nuestro tiempo tiene ante sí la tarea de desentrañar, desde el análisis de lo real tales proyectos y desenmascararlos, pues conocer y comprender al enemigo es la precondición para cualquier estrategia. Las mujeres comprometidas con la libertad y la emancipación social tienen que sumarse a estas tareas.
• El feminismo del pasado ha quedado obsoleto por los sustanciales cambios que el sistema ha introducido en la condición femenina y en la conciencia social por lo que tiene que ser revisado críticamente de forma colectiva por mujeres y hombres.
• Es necesaria la lucha contra todas las formas de segregación y división en el seno del pueblo fomentadas por el Estado, de modo que mujeres y varones, hermanadamente unidos, hagan frente al sistema tiránico actual en todos los ámbitos, también en la lucha antimilitarista.
Notas
1.- Nótese que ello sucede casi un siglo después que en Francia como producto, no del “atraso” español (soniquete de la progresía durante decenios) sino de la resistencia encontrada a tales proyectos a este lado de los Pirineos en el mundo popular, en los hombres tanto como en las mujeres.
2.- Es muy significativo el artículo “Mujeres” que aparece en la página web oficial del Ejército del Aire. La “Revista Española de Defensa” órgano del Ministerio dedica en todos los números un espacio no pequeño a entrevistas, artículos etc. de mujeres. El Observatorio de la Mujer en las FAS, creado por el gobierno en 2005, hace informes y trabajos periódicos con el objeto de establecer las bases que permitan alcanzar la paridad en el ejército entre féminas y varones.
3.- “El auge de la empresa multinacional española” Mauro F. Guillén.
4.- Aunque el Plan Estratégico Conjunto (PEC) sigue siendo, a día de hoy, secreto, su contenido a grandes rasgos puede ser deducido de su concreción práctica en decretos y órdenes diversos.
5.- El análisis hecho por EEUU después de la Guerra de Vietnam y que llevó a diseñar un modelo de ejército profesional abierto al voluntariado y a las mujeres era conocido y ha sido la guía que se tomó para transformar las Fuerzas Armadas aquí. Sobre el actual ejército de Estados Unidos un texto esclarecedor es “Por Tierra, mar y aire. Las huellas globales de ejército americano” R. D. Kaplan. Los ejércitos han cambiado mucho en los últimos 20 años y, por tanto, el antimilitarismo tiene que actualizarse, incluso refundarse, a partir de las nuevas condiciones.
6.- “La incorporación de las mujeres a las Fuerzas Armadas: el caso español y su percepción pública en la perspectiva comparada” Angustias Hombrados, José A. Olmeda, Consuelo del Val. Real Instituto Elcano.
7.- En realidad ya en la I Guerra Mundial (1914-1918), las potencias en pugna, todas ellas, echaron mano de las féminas con el objetivo de ocuparlas en la industria y las labores de la retaguardia. Para esas mujeres se elaboró ya un primer ideario feminista que fue desarrollado más tarde. Sobre esta cuestión ver “Ellas solas. Un mundo sin hombres tras la Gran Guerra” Virginia Nicholson.
8.- Distinto es el caso de las guerras legítimas en donde el estado de ánimo prevaleciente ha de ser el de superar el horror por la violencia en aras de metas trascendentes , necesarias y justas.
9.- “Política sexual” Kate Millet. Este texto publicado en el año 1969 ha sido libro de cabecera de varias generaciones de feministas convencidas de su naturaleza revolucionaria, pero ninguna revolución positiva puede basarse en el desamor hacia los iguales que es el principal elemento constitutivo del sistema tiránico actual.
10.- En “Refugio en un mundo despiadado. Reflexión sobre la familia contemporánea” C. Lasch concluye que la crisis de la familia en Norteamérica ha tenido un desenlace inesperado “el restablecimiento del despotismo político basado no en la familia sino en su disolución. En lugar de liberar al individuo de la coerción externa, la decadencia de la vida familiar lo somete a nuevas formas de dominación, mientras que al mismo tiempo debilita su capacidad para resistirlas”. Exacto.
11.- la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género es una muestra de la perversidad de un sistema que usa la discriminación como factor de enfrentamiento entre iguales, lo mismo sucede con la ley de Igualdad, la de Paridad, las ayudas y subvenciones en el cine y en otros sectores. Es significativo que en la actual crisis el paro se masculinice según todos los datos.
12.- Esto será así inevitablemente pues la constitución en su artículo 30 dice que todos los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España y, por lo tanto, pueden ser llamados a filas cuando el poder constituido lo decida.
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sábado, 31 de mayo de 2014

XI MARXA PER LA CULTURA DE PAU DE ALCOIA I EL COMTAT

1 de juny de 2014

Els objectors històrics després de 43 anys ens trobem a la XI Marxa per la cultura de pau, Pepe, Rafa, Joan i Jordi entreguen una cerámica al col.lectiu que va nèixer el 1971 per donar suport als objectors  
Jorge Cloquell
Jueves, 29 de mayo de 2014
MARXA
El diumenge es viurà una nova Marxa per la Cultura de Pau i No-violència
  
Eixirà d’Alcoi fins a Turballos.
El proper diumenge 1 de juny tindrà lloc la XI Marxa del Comtat i l’Alcoià per la Cultura de Pau i No-violència. L’expedició, arrancarà des de la Plaça Al-Azraq d’Alcoi a les 8 hores i passarà per Cocentaina i Muro fins arribar a Turballos.

[Img #7261]
Marxa per la Cultura i no Violència
L’arribada al Centre Social Real Blanc de Cocentaina està programada a les 9.30 hores. Fins a les 10.30 hores, els assistents tindran temps per esmorzar.

A les 12 del migdia està prevista l’arribada a Muro en la Plaça del Matzem on es realitzaran una serie d’actes, mentre que a Turballos, on tindrà lloc el dinar i la cloenda, està previst que s’arribe vora les 14 hores.

El Col·lectiu per la Cultura de Pau i Noviolència del Comtat i l’Alcoià (COCUPANCA), encarregada d’organitzar aquest acte, aconsellen acudir amb calçat còmode, gorra, protector solar, cantimplora, menjar i amb samarreta blanca. A més, han anunciat que hi haurà paella per a les persones marxaries.

COCUPANCA està organitzant un autobús per tornar a les 17 hores de Turballos fins Alcoi. Per assegurar-se la plaça d’autobús cal fer reserva.

La marxa critica, entre d’altres, les retallades en benestar social, sanitat i educació i el suport que se li dona a les despeses militars.
 .

jueves, 16 de mayo de 2013

Mutación del sistema de intervención militar de los Estados Unidos

 

Hoy los luchadores de siempre por la libertad y la fraternidad, los que adoptamos como brújula el sentido humanista de la vida, nos volvemos a encontrar batallando en la calle, como antaño en la prensa y la tribuna, contra los enemigos del Pueblo.

Prólogo del libro "El sentido de la vida" por Félix Marti Ibañez 1937 Ed Potlatch. La Laguna.

 

18/03/13 Por  Jorge Beinstein

Conceptos tales como “keynesianismo militar” o “economía de la guerra permanente” constituyen buenos títulares para entender el largo ciclo de prosperidad imperial de los Estados Unidos: su despegue, hace algo más de siete décadas, su auge y el ingreso reciente en la etapa de agotamiento que abre un proceso militarista-decadente actualmente en curso.

La gente cree que las soluciones vienen de su capacidad de estudiar sensatamente la realidad y de discernir. En realidad, el mundo ya no funciona así. Somos un IMPERIO y creamos nuestra propia realidad, cuando actuamos. Mientras tú estás estudiando esa realidad, actuaremos de nuevo creando otras realidades que también puedes estudiar. Somos los actores de la historia y a vosotros sólo os queda estudiar lo que hacemos”. ( Karl Rove, asesor de George W. Bush, verano de 2002 )(1)


Guerra y economía
 
En 1942 Michal Kelecki exponía el esquema básico de lo que posteriormente fue conocido como “keynesianismo militar”. Apoyándose en la experiencia de la economía militarizada de la Alemania nazi, el autor señalaba las resistencias de las burguesías de Europa y Estados Unidos a la aplicación de políticas estatales de pleno empleo basadas en incentivos directos al sector civil y su predisposición a favorecerlas cuando se orientaban hacia las actividades militares (2)

Más adelante Kalecki ya en plena Guerra Fría describía las características de lo que calificaba como triángulo hegemónico del capitalismo norteamericano que combinaba la prosperidad interna con el militarismo descrito como convergencia entre gastos militares, manipulación mediática de la población y altos niveles de empleo (3). 
 
Esta línea de reflexión, a la que se adhirieron entre otros Harry Magdoff, Paul Baran y Paul Sweezy, planteaba tanto el éxito a corto-meddio plazo de la estrategia de “manteca + cañones” (“Guns and Butter Economy”) que fortalecía al mismo tiempo la cohesión social interna de los Estados Unidos y su presencia militar global, como sus límites e inevitable agotamiento a largo plazo. 
 
Sweezy y Baran pronosticaban (acertadamente) hacia mediados de los años 1960 que uno de los límites decisivos del sistema provenía de la propia dinámica tecnológica del keynesianismo militar, pues la sofisticación técnica creciente del armamento tendía inevitablemente a aumentar la productividad reduciendo sus efectos positivos sobre el empleo y que la cada vez más costosa carrera armamentista tendría efectos nulos o incluso negativos sobre el nivel general de ocupación (4). Es lo que se hizo evidente desde fines de los años 1990, cuando se inició una nueva etapa de gastos militares ascendentes que continúa en la actualidad, marcando el fin de la era del keynesianismo militar.

Ahora, el desarrollo en los Estados Unidos de la industria de armas y sus áreas asociadas incrementa el gasto público causando déficit fiscal y endeudamiento, sin contribuir a aumentar en términos netos el nivel general de empleo.

En realidad, su peso financiero y su radicalización tecnológica contribuyen de manera decisiva a mantener altos niveles de desocupación y un crecimiento económico nacional anémico o negativo transformándose así en un catalizador que acelera y profundiza la crisis del Imperio (5).

Por otra parte los primeros textos referidos a la llamada “economía de la guerra permanente” aparecieron en los Estados Unidos a comienzos de los años 1940. Se trataba de una visión simplificadora que, por lo general, subestimaba los ritmos y atajos concretos de la historia, pero que hoy resulta sumamente útil para comprender el desarrollo del militarismo a largo plazo.

Hacia 1944 Walter Oakes definía una nueva fase del capitalismo donde los gastos militares ocupaban una posición central; no se trataba de un hecho coyuntural impuesto por la Segunda Guerra Mundial en curso, sino de una transformación cualitativa integral del sistema capitalista cuya reproducción ampliada universal durante más de un siglo había terminado por generar masas de excedentes de capital que no encontraban en las potencias centrales espacios de aplicación en la economía civil productora de bienes y servicios de consumo y producción.

La experiencia de los años 1930, como señalaba Oakes, demostraba que ni las obras públicas del New Deal de Roosevelt en los Estados Unidos, ni la construcción de autopistas en Alemania nazi habían conseguido una significativa recuperación de la economía y el empleo: sólo la puesta en marcha de la economía de guerra, en Alemania primero y desde 1940 en los Estados Unidos, había logrado dichos objetivos (6). En el caso alemán la carrera armamentista terminó con una derrota catastrófica, en el caso norteamericano la victoria no llevó a la reducción del sistema militar-industrial sino a su expansión.

Al reducirse los efectos de la guerra, la economía de los Estados Unidos comenzó a enfriarse y el peligro de recesión asomó su rostro, pero el inicio de la guerra fría y luego la guerra de Corea (1950) alejaron al fantasma abriendo un nuevo ciclo de gastos militares.

En octubre de 1949 el profesor de la Universidad de Harvard Summer Slichter, de gran prestigio en ese momento, señalaba ante una convención de banqueros: “La Guerra Fría incrementa la demanda de bienes, ayuda a mantener un alto nivel de empleo, acelera el progreso tecnológico, todo lo cual mejora el nivel de vida en nuestro país.… en consecuencia nosotros deberíamos agradecer a los rusos su contribución a que el capitalismo funcione mejor que nunca en los Estados Unidos” .

Hacia 1954 aparecía la siguiente afirmación en la revista U.S. News & World Report: “¿Qué significa para el mundo de los negocios la Bomba H?: un largo período de grandes ventas que se incrementarán en los próximos años. Podríamos concluir con esta afirmación: la bomba H ha arrojado a la recesión por la ventana” (7).

Como señalaba a comienzos de los años 1950 T. N. Vance, uno los teóricos de la “economía de la guerra permanente”, los Estados Unidos habían ingresado en una sucesión de guerras que definían de manera irreversible la orientación de la sociedad- Después de la guerra de Corea, sólo cabía esperar nuevas guerras (8). 
 
En su texto fundacional de la teoría, Walter Oakes realizaba dos pronósticos decisivos: la inevitablidad de una tercera guerra mundial que ubicaba hacia 1960 y el empobrecimiento de los trabajadores norteamericanos desde fines de los años 1940, provocado por la dinámica de concentración de ingreso orquestada por el complejo militar-industrial (9).

Podemos en principio considerar dichos pronósticos desacertados. No se produjo la tercera guerra mundial aunque se consolidó la Guerra Fría que mantuvo la ola militarista durante más de cuatro décadas, a través se dos guerras regionales (Corea y Vietnam) y una serie de pequeñas y medianas intervenciones imperiales directas e indirectas. Cuando se esfumó la Guerra Fría, luego de un breve intermedio en los años 1990, la guerra universal del Imperio prosiguió contra nuevos “enemigos” (“guerras humanitarias”, “guerra global contra el terrorismo”, etc.). La oferta de servicios militares del “aparato militarista” y las áreas asociadas al mismo, creaban e inventaban su propia demanda. 
 
Tampoco se produjo el empobrecimiento de las clases bajas de los Estados Unidos. Por el contrario, la redistribución keynesiana de ingresos se mantuvo hasta los años 1970. El nivel de vida de los trabajadores y las clases medias mejoró sustancialmente, funcionó la interacción positiva entre militarismo y prosperidad general. A eso contribuyeron varios factores: la ampliación de la explotación de la periferia gracias a la emergencia de los Estados Unidos como superpotencia debido a su aparato militar, el restablecimiento de las potencias capitalistas afectadas por la guerra (Japón, Europa Occidental) que se asociaron en esta nueva era estrechamente a los Estados Unidos y el enorme efecto multiplicador de los gastos militares sobre el consumo interno, el empleo y la innovación tecnológica. Algunos de estos factores, subestimados por Oakes, sí habían sido señalados a mediados de los años 1960 por Sweezy y Baran (10).

Sin embargo la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca (1980) marcó una ruptura en la tendencia (aunque ya desde los años 1970 habían aparecido los primeros síntomas) y se inició un proceso de concentración de ingresos en menos manos que fue avanzando cada vez más rápido en las décadas posteriores. Entre 1950 y 1980 el 1 % más rico de la población de los Estados Unidos absorbía cerca del 10 % del Ingreso Nacional (entre 1968 y 1978 se mantuvo por debajo de esa cifra) pero a partir de comienzos de los años 1980 esa participación fue ascendiendo. Hacia 1990 llegaba al 15 % y en 2009 se aproximaba al 25 %.

Por su parte el 10 % más rico absorbía el 33 % del Ingreso Nacional en 1950, manteniéndose siempre por debajo del 35 % hasta fines de los años 1970, pero en 1990 ya llegaba al 40 % y en 2007 al 50 % (11).
El salario promedio fue ascendiendo en términos reales desde los años 1940 hasta comienzos de los años 1970 en que comenzó a descender y un cuarto de siglo más tarde había bajado en casi un 20 % (12). A partir de la crisis de 2007-2008 con el rápido aumento de la desocupación se han acelerado la concentración de ingresos y la caída salarial. Algunos autores utilizan el término “implosión salarial” (13). Una buena expresión del deterioro social es el aumento de los estadounidenses que reciben bonos de ayuda alimentaria (“food stamps”), dicha población indigente era de casi 3 millones en 1969 (en plena prosperidad keynesiana), y subió a 21millones en 1980, a 25 millones en 1995 y a 47 millones en 2012 (14).

Mientras tanto los gastos militares no dejaron de crecer, impulsados por sucesivas olas belicistas incluidas en el primer gran ciclo de “ la guerra fría” (1946-1991) y en el segundo ciclo de la “guerra contra el terrorismo” y las “guerras humanitarias” desde fines de los años 1990 hasta el presente : Guerra de Corea, Guerra de Vietnam, “Guerra de las Galaxias” de la era Reagan, Guerra de Kosovo, Guerras de Irak y Afganistán, etc.
Después de la Segunda Guerra Mundial podemos establecer dos períodos bien diferenciados en la relación entre gastos públicos y crecimiento económico (y empleo) en los Estados Unidos. El primero abarca desde mediados de los años 1940 hasta fines de los años 1960 en el que los gastos públicos crecen y las tasas de crecimiento económico se mantienen en un nivel elevado, son los años dorados del keynesianismo militar. En el segundo los gastos públicos siguen subiendo tendencialmente pero las tasas de crecimiento económico oscilan en torno de una línea descendente, marcando la decadencia y fin del keynesianismo: el efecto multiplicador positivo del gasto público declina inexorablemente hasta llegar al dilema sin solución, evidente en estos últimos años de crecimientos económicos anémicos, donde la reducción del gasto estatal tiene fuertes efectos recesivos mientras que su incremento (cada vez menos posible) no mejora de manera significativa la situación. De la misma manera que el “éxito” del capitalismo liberal en el siglo XIX produjo las condiciones de su crisis, su superador keynesiano también ha generado los factores de su posterior decadencia.

La marcha exitosa del capitalismo liberal concluyó con una gigantesca crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capitales que desató rivalidades interimperialistas y militarismo que estalló bajo la forma de Primera Guerra Mundial (1914-1918). La “solución” consistió en la expansión del Estado, en especial su estructura militar.Alemania y Japón fueron los pioneros.

La transición turbulenta entre el viejo y el nuevo sistema duró cerca de tres décadas (1914-1945) y de ella emergieron los Estados Unidos como única superpotencia capitalista que integró estratégicamente en su esfera de dominación a las otras grandes economías del sistema. El keynesianismo militar norteamericano aparece entonces como centro dominante de los Estados Unidos: el centro del mundo capitalista.

Vance señalaba que “con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos y el capitalismo mundial entraron en la era de la Economía de la Guerra Permanente” (15). Es la victoria definitiva del nuevo sistema capitalista, precedida por una compleja etapa preparatoria iniciada en la segunda década del siglo XX.

Su génesis está marcada por el nazismo, primer ensayo exitoso-catastrófico de “keynesianismo militar”. Su trama ideológica, que lleva hasta el límite más extremo el delirio de la supremacía occidental, sigue aportando ideas a las formas imperialistas más radicales de Occidente, como son los halcones de George W. Bush o los sionistas neonazis del siglo XXI. Por otra parte, estudios rigurosos del fenómeno nazi han descubierto no solo sus raíces europeas (fascismo italiano, nacionalismo francés, etc.) sino también sus raíces norteamericanas (16). Aunque luego de la guerra el triunfo de la economía militarizada en los Estados Unidos cambió su rostro en “civil” y “democrático”, ocultando sus undamentos bélicos.





La decadencia del keynesianismo militar tiene una primera explicación en su hipertrofia y en la integración en un espacio parasitario imperial más amplio, donde la trama financiera ocupa un lugar decisivo.
En una primera etapa el aparato industrial-militar y su entorno se expandió convirtiendo el gasto estatal en empleos directos e indirectos, en transferencias tecnológicas dinamizadoras para el sector privado, en garantía blindada de los negocios imperialistas externos, etc. Pero con el correr del tiempo, el ascenso de la prosperidad imperial incentivó a una multiplicidad de formas sociales que parasitaban sobre el resto del mundo al mismo tiempo que tomaban cada vez mayor peso interno. 
 
Además, el continuo crecimiento económico terminó provocando saturaciones de mercados locales, acumulaciones crecientes de capital y concentración empresarial y de ingresos.

El capitalismo norteamericano y global se encaminaba hacia fines de los años 1960 hacia una gran crisis de sobreproducción que provocó perturbaciones importantes, las primeras bajo la forma de crisis monetarias (crisis de la libra esterlina, fin del patrón dólar-oro en 1971), luego energéticas (shocks petroleros de 1973-74 y 1979) acompañadas de desajustes inflacionarios y recesivos (“estanflación”).

En las décadas siguientes la crisis no fue superada sino amortiguada, postergada a través de la superexplotación y el saqueo de la periferia, la financierización, los gastos militares, etc. Todo ello no reinstaló el dinamismo de la postguerra aunque impidió el derrumbe. Suavizó la enfermedad a corto plazo, agravándola a largo plazo.

La tasa de crecimiento real de la economía norteamericana fue recorriendo de manera irregular una línea descendente y en consecuencia sus gastos improductivos crecientes fueron cada vez menos respaldados por la recaudación tributaria. Y al déficit fiscal se le sumó el déficit del comercio exterior perpetuado por la pérdida de competitividad global de la industria.

El Imperio se fue convirtiendo en un mega parásito mundial, acumuló deudas públicas y privadas ingresando en un círculo vicioso ya visto en otros imperios decadentes; el parasitismo degrada al parásito, lo hace más y más dependiente del resto del mundo, lo que exacerba su intervencionismo global, su agresividad militar. 
 
El mundo es demasiado grande desde el punto de vista de sus recursos concretos (financieros, militares, etc.) pero el logro del objetivo históricamente imposible de dominación global es su única posibilidad de salvación como Imperio.


Los gastos militares y el parasitismo en general aumentan, los déficits crecen, la economía se estanca, la estructura social interna se deteriora… lo que Paul Kennedy definía como “excesiva extensión imperial” (17) es un hecho objetivo determinado por las necesidades imperiales que opera como una trampa histórica de la que el Imperio no puede salir.


Gastos militares
 
Los gastos militares de los Estados Unidos aparecen subestimados en las estadísticas oficiales. En 2012 los gastos del Departamento de Defensa llegaron a unos 700 mil millones de dólares, si a los mismos se les adicionan los gastos militares que aparecen integrados (diluidos) en otras áreas del Presupuesto (Departamento de Estado, USAID, Departamento de Energía, CIA y otras agencias de seguridad, pagos de intereses, etc.) se llegaría a una cifra cercana a los 1,3 billones (millones de millones) de dólares (18). Esa cifra equivale a casi el 9 % del Producto Interior Bruto, al 50 % de los ingresos fiscales previstos, al 100 % del déficit fiscal. 
 
Esos gastos militares reales representaron casi el 60 % de los gastos militares globales aunque si les sumamos los de sus socios de la OTAN y de algunos países vasallos extra-OTAN como Arabia Saudita, Israel o Australia se llegaría como mínimo al 75 % (19)

A partir del gran impulso inicial en la Segunda Guerra Mundial y el descenso en la inmediata postguerra los gastos militares reales norteamericanos oscilaron alrededor de una tendencia ascendente atravesando cuatro grandes olas belicistas: la guerra de Corea a comienzos de los años 1950, la guerra de Vietnam desde los años 1960 hasta mediados de los años 1970, la “guerra de las galaxias” de la era Reagan en los años 1980 y las guerras “humanitarias” y “contra el terrorismo” de la post guerra fría.

El keynesianismo militar del Imperio ha quedado en el pasado, pero la idea de que guerra externa y prosperidad interna van de la mano sigue dominando el imaginario de vastos sectores sociales en los Estados Unidos, son restos ideológicos sin base real en el presente pero útiles para la legitimación de las aventuras bélicas. 
 
Néstor Kirchner, ex presidente de Argentina, reveló en una entrevista con el director Oliver Stone para su documental “South of the Border”, que el ex presidente de los Estados Unidos George W. Bush estaba convencido de que la guerra era la manera de hacer crecer la economía de los Estados Unidos. El encuentro entre ambos presidentes se produjo en una cumbre en Monterrey, México, en enero de 2004, y la versión del presidente argentino es la siguiente: “Yo dije que la solución a los problemas en este momento, le comenté a Bush, es un Plan Marshall. Y él se enojó. Dijo que el Plan Marshall es una idea loca de los demócratas y que la mejor forma de revitalizar la economía es la guerra. Y que los Estados Unidos se han fortalecido con la guerra” (20).


Recientemente Peter Schiff, presidente de la consultora financiera “Euro Pacific Capital” escribió un texto delirante ampliamente difundido por las publicaciones especializadas cuyo título lo dice todo.” ¿Porque no otra Guerra mundial?” (21). Comenzaba su artículo señalando el consenso entre los economistas de que la Segunda Guerra Mundial permitió a los Estados Unidos superar la Gran Depresión y que si las guerras de Irak y Afganistán no consiguieron reactivar de manera durable a la economía norteamericana se debe a que “dichos conflictos son demasiado pequeños para ser económicamente importantes”.


Si enfocamos el análisis en relación con los gastos militares, el PIB y el empleo, constataríamos lo siguiente: los gastos militares pasaron de 2800 millones de dólares en 1940 a 91 mil millones en 1944, lo que impulsó el crecimiento del PIB nominal de 101 mil millones de dólares en 1940 a 214 mil millones en 1944 (se duplicó en solo cuatro años)- La tasa de desocupación apenas bajó del 9 % en 1939 al 8 % en 1940 pero en 1944 había caído al 0,7 % El primer salto importante en los gastos militares se produjo entre 1940 y 1941 cuando pasaron de 2800 millones de dólares a 12700 millones equivalentes al 10 % del PIB (22) proporción bastante parecida a la de 2012 (U$ 1,3 billones, aproximadamente 9 % del PBI). Esto significa que el gasto militar de 1944 equivalía a unas siete veces el de 1941. Si trasladamos ese salto a cifras actuales eso significa que el gasto militar real de los Estados Unidos debería llegar en 2015 a unos 9 billones (millones de millones) de dólares equivalentes por ejemplo a siete veces el déficit fiscal de 2012.
La sucesión de incrementos en el gasto público entre 2012 y 2015 acumularía una gigantesca masa de déficits que ni los ahorradores norteamericanos ni los del resto del mundo estarían en condiciones de cubrir comprando títulos de deuda de un imperio enloquecido. 
 
Schift recuerda en su texto que los ahorradores norteamericanos compraron durante la Segunda Guerra Mundial 186 mil millones de dólares en bonos de deuda pública equivalentes al 75 % de la totalidad de gastos del gobierno federal entre 1941 y 1945 concluyendo que esa “proeza” es hoy imposible.
Simplemente, nos explica Schift llevando al extremo su razonamiento siniestro, no hay de donde obtener el dinero necesario para poner en marcha una estrategia militar-reactivadora similar a la de 1940-45.
En realidad esa imposibilidad es mucho más fuerte. La economía de los Estados Unidos de 1940 estaba dominada por componentes productivos, principalmente industriales, sin embargo actualmente el consumismo, toda clase de servicios parasitarios (empezando por la maraña financiera), la decadencia generalizada de la cultura de producción, etc. nos indican que ni aún aplicando una inyección de gastos públicos equivalente a la de 1940-45 se podría lograr una reactivación de esa envergadura. El parásito es demasiado grande, su senilidad está muy avanzada, no hay ninguna medicina keynesiana que lo pueda curar o que por lo menos sea capaz de restablecer una parte significativa de su vigor juvenil.



Privatización, informalización y elitización. El lumpen-imperialismo.


La guerra asiática, la más ambiciosa de la historia de los Estados Unidos, fracasó tanto desde el ángulo político-militar como del económico.La estrategia de dominación de la franja territorial que va desde los Balcanes hasta Pakistán pasando por Turquía, Siria, Irak, Iran y las ex repúblicas soviéticas de Asia central se encuentra hoy empantanada. Sin embargo, su desarrollo permitió transformar el dispositivo militar del Imperio convirtiendo su maquinaria de guerra tradicional en un sistema flexible, a medio camino entre las estructuras formales regidas por la disciplina militar convencional y las informales que agrupan una maraña confusa de núcleos operativos oficiales y bandas de mercenarios.

El proceso de integración de mercenarios a las operaciones militares tiene antecedentes en los tramos finales de la guerra fría, la organización de los “contras” en Nicaragua y de los “muyahidines” en Afganistán pueden ser considerada , en los años 1970 y 1980 como primeros pasos en las nuevas estrategias de intervención. Decenas de miles de mercenarios fueron en esos casos entrenados, armados y financiados con resultados exitosos para el Imperio.

Según diversos estudios sobre el tema, los Estados Unidos y Arabia Saudita gastaron unos 40 mil millones de dólares en las operaciones afganas (donde comenzó su carrera internacional el por entonces joven ingeniero Osama Bin Laden) asestando un golpe decisivo a la URSS (23).

Otro paso importante fueron las guerras étnicas en Yugoslavia durante los años 1990, donde los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, principalmente Alemania, desarrollaron una compleja tarea de desintegración de ese país cuyo éxito se apoyó en la utilización de mercenarios. El caso más notorio fue el de guerra de Kosovo donde se destacó el ELK (Ejército de Liberación de Kosovo) cuyos integrantes eran principalmente reclutados desde redes mafiosas (tráfico de drogas, etc.) bajo el mando directo de la CIA, extendiendo sus lazos hasta el ISI (Servicio de Inteligencia de Pakistán). Actualmente, el “Estado” kosovar “independiente” aparece vinculado con la intervención de la OTAN en Siria. En Junio de 2012 el ministro de relaciones exteriores de Rusia exigía el cese de las operaciones de desestabilización de Siria realizadas desde Kosovo (24).

Estas nuevas prácticas de intervención fueron acompañadas por un cuidado proceso de reflexión de los estrategas imperiales debido a la derrota en Vietnam. La “Guerra de Baja Intensidad” fue uno de sus consecuencias. Y las teorizaciones en torno a la llamada “Guerra de Cuarta Generación (4GW)” consolidaron la nueva doctrina en cuyo escrito fundacional (1989), redactado por William Lind y tres miembros de las fuerzas armadas de los Estados Unidos y publicado en el “Marine Corps Gazete” (25), se borran las fronteras entre las áreas civil y militar: toda sociedad enemiga, en especial su identidad cultural, pasa a ser el objetivo de la guerra. 
 
La nueva guerra es definida como descentralizada, poniendo el énfasis en la utilización de “fuerzas militares no estatales” ( paramilitares) y empleando tácticas de desgaste propias de las guerrillas,etc. A ello se agrega el empleo intenso del sistema mediático , tanto orientándolo contra la sociedad enemiga como abarcando a la llamada “opinión pública global” (el pueblo enemigo es al mismo tiempo atacado psicológicamente y aislado del mundo) y un combinado de acciones de guerra de alto nivel tecnológico. En este último caso se trata de aprovechar la gigantesca brecha tecnológica existente entre el Imperio y la periferia para golpear sin peligro de respuesta. Es lo que los especialistas denominan confrontación asimétrica (high-tech/no-tech).

Las estadísticas oficiales referidas a los mercenarios son por lo general confusas y parciales, de todos modos algunos datos provenientes de fuentes gubernamentales, civiles o militares, pueden ilustrarnos acerca de la magnitud del fenómeno. En primer lugar el Departamento de Defensa, principal contratista de mercenarios, incrementó su presupuesto destinado a esos gastos cerca de un 100 % entre el 2000 y el 2005. Para ello empleó modalidades propias de las grandes empresas transnacionales como la tercerización y la relocalización de actividades, lo que produjo una gigantesca expansión de negocios privados consagrados a la guerra… y financiados por el Estado. Generadores a su vez de intrincados entramados de corrupciones y corruptelas (26).

El llamado “Mando Central” militar de los Estados Unidos (US CENTCOM) dio a conocer recientemente algunos datos significativos: los mercenarios contratados reconocidos en el área de Medio Oriente-Asia Central llegan a 137 mil trabajando directamente para el Pentágono, de los cuales sólo unos 40 mil serían ciudadanos norteamericanos. Según datos del Departamento de Defensa sumando los datos de Afganistán e Irak se estaría en el terreno unos 175 mil soldados regulares y 190 mil mercenarios: el 52 % del total (27).
A estas cifras debemos añadir, en primer lugar, a los mercenarios contratados en otras áreas del Gobierno norteamericano, como el Departamento de Estado. A ello hay que sumar los contratos en zonas del mundo como África donde el AFRICOM (mando militar norteamericano en ese continente) ha incrementado exponencialmente sus actividades durante el último lustro. Además debemos incorporar a esa suma a los mercenarios actuando bajo el mando estratégico norteamericano contratados por países vasallos como las petromonarquías del Golfo Pérsico visible en los casos de Libia y Siria. Hay que añadir también los mercenarios operando en otras regiones de Asia y en América Latina.

Pero la cuenta no termina aquí, ya que a ese total es necesario agregar a las redes mafiosas y/o paramilitares que reúnen a un “personal disponible” en todos los continentes que se autofinancia gracias a actividades ilegales (drogas, prostitución, etc.) protegidas por diversas agencias de seguridad norteamericanas como la DEA o “ Agencias de Seguridad Privada”, muy presentes por ejemplo en América Latina, legalmente establecidas en los países periféricos, y estrechamente vinculadas a agencias privadas norteamericanas y/o a la DEA, la CIA u otros organismos de inteligencia del Imperio.

Y la lista sigue. Recientemente apareció publicada en el “Washington Post” referencia considerada como secreta (Top Secret America) sobre las agencias de seguridad que informa acerca de la existencia actual de 3202 agencias de seguridad (1271 públicas y 1931 privadas) que emplean a unas 854 mil personas trabajando en temas de “antiterrorismo”, seguridad interior e inteligencia en general, instaladas en unos 10 mil domicilios en el territorio de los Estados Unidos (28).


Sumando las cifras mencionadas y evaluando datos ocultos, algunos expertos hablan de un total aproximado (dentro y fuera del territorio de los Estados Unidos) próximo al millón de personas. Algunas de estas personas trabajan en la periferia haciendo espionaje, desarrollando manipulaciones mediáticas, activando “redes sociales”, etc. Comparemos ese dato con las aproximadamente 1 millón 400 mil personas que conforman el sistema militar público del Imperio.

Por su parte las tropas regulares han sufrido un rápido proceso de ruptura respecto de las normas militares convencionales, conformando comandos de intervención inscriptos en una dinámica abiertamente criminal. Es el caso del llamado JSOC, Comando Conjunto de Operaciones Especiales (Joint Special Operations Commando). Este comando secreto en línea directa con los de mandos del Presidente y del Secretario de Defensa está autorizado a elaborar su lista de futuros asesinatos, tiene su propia división de inteligencia, su flota de drones y aviones de reconocimiento, sus satélites e incluso sus grupos de ciber-soldados capaces de atacar redes de internet y dispone de numerosas unidades operativas.
Creado en 1980 fue silenciado por su estrepitoso fracaso en Irán cuando trató de rescatar al personal de la embajada norteamericana en Teherán, pero fue resucitado recientemente. En 2001 disponía de unos 1800 miembros, actualmente llegan a 25 mil. En los últimos tiempos ha realizado operaciones letales en Irak, Pakistán, Afganistán, Siria, Libia y muy probablemente en México y Colombia, etc. Se trata de un grupo de “escuadrones de la muerte” de alcance global, autorizado para realizar operaciones ilegales, desde asesinatos individuales o masivos hasta sabotajes, intervenciones propias de guerra psicológica, etc.
En Septiembre de 2003 Donald Runsfeld había dictado una resolución colocando al JSOC en el centro la estrategia “antiterrorista” global y desde entonces su importancia ha ido en ascenso pasando hoy a ser bajo la presidencia del premio nobel de la paz Barak Obama, una suerte de ejercito clandestino de claro perfil criminal a las órdenes directas del Presidente (29).
Las fuerzas de intervención de los Estados Unidos tienen hoy dia un sesgo claramente privado-clandestino. En plena “Guerra de Cuarta Generación” funcionan cada vez más al margen de los códigos militares y las convenciones internacionales.
Un reciente articulo de Andrew Bacevich describe las etapas de esta mutación que se ha producido durante la pasada década y que culminan actualmente en lo que el autor denomina “Era Wickers” ( apellido del actual subsecretario de inteligencia del Departamento de Defensa) orientada a la eliminación física de “ el enemigo” mediante el uso dominante de mercenarios, con campañas mediáticas, y actuaciones en las redes sociales. Todo ello destinado a desestructurar organizaciones y sociedades consideradas hostiles.
A comienzos del pasado año, la entonces Secretaria de Estado Hillary Clinton pronunció una frase que no requiere mayores explicaciones: “Los Estados Unidos se reservan el derecho de atacar en cualquier lugar del mundo a todo aquello que sea considerado como una amenaza directa para su seguridad nacional” (30).
Si añadimos a esta orientación mercenaria-gangsteril del Imperio, otros aspectos como la financierización integral de su economía dominada por el cortoplacismo, la acumulación acelerada de marginales y desintegración social interna ya que con una población total que representa el 5 % de la mundial tiene una masa de presos equivalentes al 25 % del total de personas encarceladas en todo el planeta, etc., llegaríamos a la conclusión de que estamos en presencia de una suerte de lumpen-imperialismo dominado por intereses parasitarios y embarcado en una lógica destructiva de su entorno que a su vez va degradando sus bases de sustentación interna (31).


La ilusión del metacontrol del caos.
 
Podríamos establecer la convergencia entre las hipótesis de la “economía de guerra permanente” y la del “keynesianismo militar”. Durante este último que representó la primera etapa del fenómeno (aproximadamente entre 1940 y 1970) se produjo la prosperidad imperial cuyos últimos logros ya mezclados con los síntomas de la crisis se prologaron hasta el final de la guerra fría. A esa etapa floreciente le sigue una segunda post keynesiana caracterizada por la dominación financiera, la concentración de ingresos, la caída salarial, la marginalización social y la degradación cultural. En en general donde el aparato militar opera como un acelerador de la decadencia provocando déficits fiscales, y endeudamientos públicos.
La opción por la privatización de la guerra aparece como una respuesta “eficaz” a la declinación del espíritu de combate de la población (dificultades crecientes en el reclutamiento forzado de ciudadanos a partir de la derrota de Vietnam). Sin embargo el remplazo del ciudadano-soldado por el soldado-mercenario o la presencia decisiva de este último termina tarde o temprano por provocar serios daños en el funcionamiento de las estructuras militares: no es lo mismo administrar a ciudadanos normales que a una masa de delincuentes.

Cuando el lumpen, los bandidos predominan en un ejército, el mismo se convierte en un ejército de bandidos. Y un ejército de bandidos ya no es un ejército. El potencial disociador de los mercenarios es a largo plazo de casi imposible control y su carencias en el combate no pueden ser compensadas sino muy parcialmente por despliegues tecnológicos sumamente costosos y de resultado incierto.

La conformación de fuerzas clandestinas no-mercenarias de élite, respaldadas por un aparato tecnológico sofisticado capaz de descargar golpes puntuales demoledores contra el enemigo, como es el caso del JSOC, son buenos instrumentos terroristas pero no remplazan las funciones de un ejército de ocupación y a mediano plazo (muchas veces a corto plazo) terminan por fortalecer el espíritu de resistencia del enemigo.
Podríamos sintetizar de manera caricaturesca a la nueva estrategia militar del Imperio a partir del predominio de diversas formas de “guerra informal” combinando mercenarios (muchos mercenarios) con escuadrones de la muerte (tipo JSOC), bombardeos masivos, drones, control mediático global, asesinatos tecnológicamente sofisticados de dirigentes periféricos. La guerra se elitiza, se transforma en un conjunto de operaciones mafiosas, se aleja físicamente de la población norteamericana y su cúpula dominante empieza a percibirla como un juego virtual dirigido por gangsters.

Por otra parte la adopción de estructuras mercenarias y clandestinas de intervención externa como forma dominante tiene efectos contraproducentes para el sistema institucional del Imperio tanto desde el punto de vista del control administrativo de las operaciones como de las modificaciones (y de la degradación) en las relaciones internas de poder. El comportamiento gangsteril, la mentalidad mafiosa termina por apoderarse de los altos mandos civiles y militares y se traduce al comienzo en acciones externas, periféricas y más adelante (rápidamente) en ajustes de cuentas, en conductas habituales al interior del sistema de poder.

El horizonte objetivo (más allá de los discursos y convicciones oficiales) de la “nueva estrategia” no es el establecimiento de sólidos regímenes vasallos, ni la instalación de ocupaciones militares duraderas controlando territorios de manera directa sino más bien desestabilizar, quebrar estructuras sociales, identidades culturales, degradar o eliminar dirigentes, las experiencias de Irak y Afganistán (y México) y más recientemente las de Libia y Siria confirman esta hipótesis.
 
Se trata de la estrategia del caos periférico, de la transformación de naciones y regiones más amplias en áreas desintegradas, balcanizadas, con estados- fantasmas, clases sociales (altas, medias y bajas) profundamente degradadas sin capacidad de defensa, sin resistencia ante los poderes políticos y económicos de Occidente que podrían así depredar impunemente sus recursos naturales, mercados y recursos humanos (residuales).

Este Imperialismo tanático del siglo XXI, se corresponde con tendencias desintegradoras en las sociedades capitalistas dominantes, en primer lugar la de los Estados Unidos. Esas economías han perdido su potencial de crecimiento, hacia finales de 2012. Luego de un lustro de crisis financiera oscilaban entre el crecimiento anémico (Estados Unidos), el estancamiento girando hacia la recesión (la Unión Europea) y la contracción productiva (Japón).

Los estados, las empresas y los consumidores están aplastados por las deudas, la suma de deudas públicas y privadas representan más del 500 % del Producto Bruto Interno en Japón e Inglaterra y más del 300 % en Alemania, Francia y los Estados Unidos donde el gobierno federal estuvo en 2011 al borde de hacer fallida. Y por encima de deudas y sistemas productivos financierizados existe una masa financiera global equivalente a unas veinte veces el Producto Bruto Mundial, motor dinamizador, droga indispensable del sistema que ha dejado de crecer desde hace aproximadamente un lustro y cuyo desinfle tratan de impedir los gobiernos de las potencias centrales.

Se presenta a la opinión pública la ilusión de una suerte de metacontrol estratégico desde las grandes alturas, desde las cumbres de Occidente sobre las tierras bajas, periféricas, donde pululan miles de millones de seres humanos cuyas identidades culturales e instituciones son vistas como obstáculos a la depredación.

Las elites de Occidente, el Imperio hegemonizado por los Estados Unidos, están cada día más convencidas de que dicha depredación prolongará su vejez, alejará el fantasma de la muerte.

El caos periférico aparece a la vez como el resultado concreto de sus intervenciones militares y financieras (producto de la reproducción decadente de sus sociedades) y como la base de feroces depredaciones.
El gigante imperial busca beneficiarse del caos pero termina por introducir el caos entre sus propias filas. La destrucción deseada de la periferia no es otra cosa que la autodestrucción del capitalismo como sistema global, su pérdida veloz de racionalidad.

La fantasía acerca del metacontrol imperialista del caos periférico expresa una profunda crisis de percepción, la creencia de que los deseos del poderoso se convierten fácilmente en hechos reales, lo virtual y lo real se confunden conformando un enorme pantano psicológico.

En realidad la “estrategia” de metacontrol imperial del caos, sus formas operativas concretas la convierten en una maraña de tácticas que tienden a conformar un todo crecientemente incoherente, prisionera del corto plazo. Lo que pretende convertirse en la nueva doctrina militar, en un pensamiento estratégico “ innovador” que responde a la realidad global, actual para facilitar la dominación imperialista del mundo no es otra cosa que una ilusión desesperada generada por la dinámica de la decadencia. Bajo la apariencia de ofensiva estratégica, se observan los manotazos históricamente defensivos de un sistema cuya cúpula imperial va perdiendo la capacidad de aprehensión de la totalidad real. La razón de estado se va convirtiendo en un delirio criminal extremadamente peligroso dado el gigantismo tecnológico de los Estado Unidos y sus socios europeos.

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Notas
(*), Conferencia dictada en el Seminario “Nuestra América y Estados Unidos: desafíos del Siglo XXI”. Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central del Ecuador, Quito, 30 y 31 de Enero de 2013.
(1), Ron Suskind, “Without a doubt: faith, certainty and the presidency of George W. Bush”, The New York Times, 17-10-04.
(2), Su exposición desarrollada en la Marshall Society (Cambridge) en la primavera de 1942 fue publicada el año siguiente. Michal Kalecki, “Political Aspects of Full Unemployment”, Political Quaterly, V 14, oct.-dec. 1943.
(3), Michal Kalecki, The Last Phase in the transformation of Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York, 1972.
(4), Paul Sweezy & Paul Baran, Monopoly Capital, Monthly Review Press, Nueva York, 1966.
(5), Scoot B. MacDonald, “Globalization and the End of the Guns and Butter Economy”, KWR Special Report, 2007.
(6), Oakes, Walter J., “Towards a Permanent War Economy?”, Politics, February 1944.
(7), Ambas citas aparecen en el texto de John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Robert W. McChesney, “The U.S. Imperial Triangle and Military Spending”, Monthly Review, October 2008.
(8), Vance, T. N. 1950, “After Korea What? An Economic Interpretation of U.S. Perspectives”, New International, November–December; Vance, T. N. 1951, “The Permanent Arms Economy”, New International.
(9), Oakes, Walter J, artículo citado.
(10), Paul Sweezy & Paul Baran, libro citado.
(11), Thomas Piketty & Emmanuel Saez, “Top Incomes and the Great Recession: Recent Evolutions and Policy Implications”, 13th Jacques Polak Annual Research Conference, Washington, DC?November 8–9, 2012.
(12), Fuente: U.S. Bureau of Labor Statistics.
(13), Lawrence Mishel and Heidi, “The Wage Implosion”, Economic Policy Institute, June 3, 2009.
(14), FRAC, Food Research and Action Center- SNAP/SNAP/Food Stamp Participation ().
(15), Vance T. N, “The Permanent War Economy”, New International, Vol 17, Nº 1, January-February 1951.
(16), Doménico Losurdo, “Las raices norteamericanas del nazismo”, Enfoques Alternativos, nº 27, Octubre de 2006, Buenos Aires.
(17), Paul Kennedy, “Auge y caída de las grandes potencias”, Plaza & James, Barcelona, 1989.
(18), Chris Hellman, “$ 1,2 Trillon: The Real U.S. National Security Budget No One Wants You to Know About”, Alert Net, March 1, 2011.
(19), Fuentes: SIPRI, Banco Mundial y cálculos propios.
(20), El video de la entrevista Kirchner-Stone publicado por Informed Comment/Juan Cole está localizado en: -angrily-said-war-would-grow-us-economy.html&ei=BYYCUYCnC4P88QSX3oGACA
(21), Peter D. Schiff, “Why Not Another World War ?”, Financial Sense, 19 Jul 2010.
(22), Vance T. N, 1950, artículo citado en (14).
(23), Dilip Hiro, “The Cost of an Afghan 'Victory'”, The Nation, 1999 February 15.
(24), “Una delegación de la oposición siria viajó a Kosovo, en abril de 2012, para la firma oficial de un acuerdo de intercambio de experiencias en materia de guerrilla antigubernamental”. Red Voltaire, “Protesta Rusia contra entrenamiento de provocadores sirios en Kosovo”, 6 de Junio de 2012.
(25), William S. Lind, Colonel Keith Nightengale (USA), Captain John F. Schmitt (USMC), Colonel Joseph W. Sutton (USA), and Lieutenant Colonel Gary I. Wilson (USMCR), “The Changing Face of War: Into the Fourth Generation”, Marine Corps Gazette, October 1989.
(26), David Isenberg, “Contractors and the US Military Empire”, Rise of the Right, Aug 14th, 2012.
(27), David Isenberg, “Contractors in War Zones: Not Exactly “Contracting”, TIME U. S., Oct. 09, 2012.
(28), Dana Priest and William M. Arkin, “Top Secret America. A hidden world, growing beyond control”, Washington
Post, July 19, 2010.
(29), Dana Priest and William M. Arkin, “Top Secret America, A look at the military's Joint Special Operations
Command”, The Washington Post, September 2, 2011.
(30), Andrew Bacevich, “Uncle Sam, Global Gangster”, TomDispatch.com, February 19, 2012.
(31), Narciso. Isa Conde, “Estados neoliberales y delincuentes”, Aporrea, 20/01/2008, .
Karen DeYoung and Karin Brulliard, “As U.S.-Pakistani relations sink, nations try to figure out ‘a new normal’”, The Washington Post /National Security, January 16, 2012.