ADIOS A LAS ARMAS

ADIOS A LAS ARMAS
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miércoles, 13 de agosto de 2014

ADIOS A LAS ARMAS


En 1971 se respiraban aires de cambio en España. La dictadura del general Francisco Franco quien había accedido al poder tras el golpe de estado de 1936, daba señales de agotamiento. Las potencias internacionales tomaban posiciones ante el inminente final de la dictadura. Del mismo modo que se había establecido para Europa, tras finalizar la segunda guerra mundial, un sistema político de democracia formal basado en partidos políticos y un reparto del poder del estado proporcional a los resultados electorales, así se planificaba en las cancillerías europeas la transición española. En algunos países europeos, y por supuesto en España, el servicio militar era obligatorio. La industría armamentística europea no hacía sino crecer e internacionalizarse a través de grandes inversiones.Se planeaba la futura incorporacicón de España a la OTAN......


En la sociedad española había inquietud. Se producían las primeras agitaciones en las universidades y en los lugares de trabajo. Aparecían nuevos planteamientos ideológicos ante el inminente cambio social. A pesar de haber sido educados en el estricto marco de un estado totalitario, algunos jóvenes mantenían su espíritu crítico y libre de ataduras. Entre ellos los había que habían leído a Tolstoy, Henry Thourau, Sartre o Bakunin, que habían reflexionado sobre los evangelios y textos sagrados de otras culturas, conocían las enseñanzas de la no violencia activa de Mahatma Ghandi, especialmente a través del trato directo con su discípulo Lanza del Vasto, y tenían noticia de las luchas de activistas no-violentos tales como la de Lluis Maria Xirinacs contra la dictadura franquista  y por la Asamblea de Catalunya o la de Martin Luter King en pro de las libertades y derechos humanos en EEUU y sacaban sus propias conclusiones sobre cómo encarar sus vidas y los cambios políticos y sociales que se avecinaban.

A pesar del romanticismo que rodeaba en aquella época a las ideologías partidarias de la lucha armada, aquellos jóvenes habían llegado a una conclusión muy diferente. Si se quería un cambio radical y definitivo en pro de las libertades en España y en el mundo, si se pretendía corregir el mal funcionamiento de la justicia carente de independencia o eliminar la corrupción y la prepotencia de la clase política , si se quería en definitiva conseguir realmente vivir en democracia, había que plantearse en primer lugar abolir los ejércitos y hacer desaparecer las guerras . No puede haber democracia en España ni en el mundo cuando enormes recursos financieros de todos los ciudadanos se emplean en la carrera de armamentos y en la destrucción de otros seres humanos en lugar de luchar contra la desigualdad, la probreza y el hambre en el mundo.

Pero, como ocurre hoy en día, esta manera de ver las cosas fue considerada utópica, irrealizable, propia de personas ilusas, que no pisan la tierra y que era mejor ignorar. Sus reivindicaciones no eran políticamente correctas. Empezando por los representantes religiosos que predicaba la paz pero sólo de palabra y  siguiendo por los políticos de  uno y otro signo que decian luchar por las libertades políticas, nadie quiso tomar en consideración la necesidad de reducir el gasto militar y plantear una economía basada en una cultura de la paz para poner los cimientos de una desarrollo sostenible. Bien al contrario, la transición española se convirtió para el holding internacional en una oportunidad de hacer inversiones en la industria armamentística española. Aquellos jóvenes que propugnaban la abolición de los ejércitos como solución a muchos de los males que sufre la humanidad se convirtieron en voz que clama en el desierto.

 En la sociedad española de aquel momento se alardeaba de valores castrenses como un complemento educativo para los jóvenes. Las iglesias cristianas, a pesar del radical pacifismo de su fundador, no eran capaces de profesar explicitamente su renuncia a la violencia, temerosas de cuanto pudiera acaecerles en aquellos momentos de cambio y de que pudieran perder mucho de lo conseguido, precisamente gracias a las guerras. Había opositores al régimen franquista que consideraban la lucha armada como el instrumento idóneo de cambio, aunque a la hora de la verdad, excepto ETA, la mayoría no dudaron lo más mínimo en cambiar sus planteamientos ante la oferta de la clase política franquista de compartir el poder del estado. Algunos independentistas argumentaban sobre la cobardía de no empuñar las armas para defenderse de la injusticia y conseguir las libertades políticas y civiles.

En el plano internacional no se quería contemplar otra opción al desarrollo económico que no fuera acompañada de la carrera de armamentos, la guerra fria o la guerra abierta en aquellas partes del mundo en donde, a juicio de quienes las declaran, era necesario defender la libertad de mercado y la democracia parlamentaria ( planteamiento occidental) o el control de los medios de producción y la igualdad entre clases sociales (planteamiento soviético) . Aquellos jóvenes deseosos de una cultura de la paz, se quedaron solos ante una sociedad lanzada precipitadamente a un cambio cuyas metas no fueron claras desde el primer momento.Se aceptó la propuesta monárquica de Franco. Se renunció al referendum pactado tras la muerte del dictador entre monarquía o república y se buscó un sistema de representación deficiente en el que los políticos pueden hacer con nuestro dinero y nuestras vidas lo que quieran por el simple hecho de votar en unas elecciones.
El tiempo se está encargando de mostrar lo equivocado de este planteamiento, tanto en el caso español como en el europeo y en el plano internacional. Desde una perspectiva pacifista, la inestabilidad económica internacional es precisamente la consecuencia de buscar el lucro en inversiones no productivas como la inversión armamentista y la necesidad de contar con la guerra para mantener y rentabilizar dicha inversión. La crisis económica actual apunta hacia el proceso, hasta ahora negado, de que será necesario abolir los ejercitos y renunciar a la carrera de armamentos si quiere salir de esta crisis estructural y retomar la senda del bienestar económico.

Así pues la lucha por el desarme planteada hace ahora cuarenta años por aquel grupo de jóvenes que se negaron a coger las armas, resulta hoy día de total actualidad y conecta con las reivindicaciones de los movimientos de indignados en todo el mundo. No a la carrera de armamentos y a la guerra. No a una clase política al servicio de intereses económicos no productivos. Más igualdad económica. Mayor representatividad y más democracia.

Es evidente que el mundo recibirá un enorme impulso económico y democrático el día que desaparezcan los ejércitos y la carrera armamentista toque a su fin.

Es evidente, pero para ello hay que vencer muchos obstáculos. En primer lugar,la democracia debe ser desarrollada coordinadamente a nivel nacional e internacional . Las actuales revueltas en los países árabes que se extenderán pronto a Israel, EEUU, China y Europa en busca de mayores cotas de libertad política constituirán una oportunidad para hacer que funcionen las instituciones internacionales ya creadas y carentes de democracia y por tanto inoperantes hasta el momento presente. En segundo lugar es necesario cultivar , no en la teoría sino en la práctica,los valores de solidaridad entre los seres humanos y de respeto a la naturaleza. En tercer lugar hay que acabar con el eufemismo de que la guerra “libera”, “extiende la igualdad”, “ lleva la justicia a donde no existe”, “ construye la democracia “ , “ salva al oprimido” y “ nos protege de nuestros enemigos “. Acabar con la hipocresía de considerar la guerra al servicio de las causas nobles y espirituales, en lugar de considerarla uno de los problemas más terribles que tiene la humanidad. Se trata promover un cambio de rumbo radical en la manera de entender la democracia y las relaciones internacionales que en la actualidad se basan en una escala de valores destructiva.

Mientras la democracia no llegue a los organismos internacionales estaremos en manos de dirigentes políticos corruptos y mediocres , potenciados por los medios de comunicación como personas inteligentes pero en la realidad capaces de llevarnos al mayor de los desastres. Y seguiremos enfermando psíquica y mentalmente como consecuencia de comulgar con las ruedas de molino de una demagogia política empeñada en hacernos creer que los ejércitos y el militarismo son además de necesarios, compatibles con la democracia.

El convencimiento de que el camino de las armas no es el camino correcto para solucionar los conflictos entre seres humanos, hizo que aquellos jóvenes no quisieran ser entrenados para la guerra, se negaran a coger las armas y obedecer órdenes que tuvieran que ver con la muerte de sus semejantes. Por todo ello fueron condenados a penas de cárcel. Proclamaban que la solidaridad y la compasión y no la destrucción son normas que deben regir las relaciones humanas. Al fin y al cabo se trataba del mensaje cristiano en el que la sociedad occidental dice ser educada. Los campos de exterminio nazi mostraron a donde se puede llegar cuando el ser humano da la espalda a estos valores y renunciando a su conciencia y a su espíritu crítico justifica la ciega obediencia. Y sin embargo, a pesar de lo terrible de sus consecuencias, esta enseñanza parece olvidada. Una vez más la desigualdad y la violencia se disfrazan de progreso y cambio social. Así fue como el problema de la neutralidad española, contemplada al inicio de la transición, fue rápidamente arrinconada para dar paso a una supuesta necesidad de pertenecer a la OTAN en un acto de filibusterismo político sin precedentes por parte de quienes se autodenominaban demócratas y progresistas.

España está ya en la OTAN, tal como se había planificado. La producción armamentista española ya está integrada en el selecto club de financieros internacionales y da buenos dividendos a quienes siguen invirtiendo en guerras. El hambre, la desigualdad, la injusticia y la miseria humana siguen presentes en el mundo. Algunas guerras como la judeo-palestina, debido a su alta rentabilidad en el rearme de la zona, se han hecho crónicas. La prepotencia del militarismo sigue siendo brutal. Las desigualdades sociales no remiten. La destrucción de la naturaleza ha llegado al límite. Es lógico pues que se haya producido una nueva y profunda crisis económica. Pero no podemos permitir que se paralice la máquina productiva y se nos presente una guerra de dimensiones colosales como única solución, como ha ocurrido tristemente en el pasado siglo.

La humanidad necesita un cambio en sus estructuras económicas y políticas y en su modelo de desarrollo. Tras la segunda guerra mundial la reconstrucción de lo destruido hizo olvidar la magnitud de la tragedia y se volvió a un sistema económico que incluye la carrera de armamentos, el fallo está a la vista y el ciclo se está cerrando. Las guerras son la consecuencia de que algo ha sido destruido con anterioridad. Hemos de trabajar en este caso para evitar la tragedia.

El presente blog ha sido creado por aquellos mismo protagonistas que a partir de 1971 se negaron a empuñar las armas y a obedecer órdenes de mandos militares. Fueron objetores insumisos y pagaron con la prisión su osadía de desafiar primero a la dictadura y luego también a los gobiernos de una democracia formal pero realmente poco representativa, que seguían sin reconocer el derecho a negarse a participar en el entramado militar y coger las armas.

Fueron treinta años de lucha en los que pasaron por las cárceles muchos jóvenes españoles desde aquel 1 de enero de 1971 en que Pepe Beúnza Vazquez, primer objetor de conciencia por motivos éticos y filosóficos, se negó a coger las armas hasta aquel otro 31 de diciembre de 2001 en que el gobierno español decretó el final del servicio militar obligatorio en España. Un total de más de 1000 años de cárcel en su conjunto fue el tributo a pagar por su desobediencia.Una explosión de generosidad por parte de una juventud que muchos pensaban adocenada y domesticada por el franquismo. Un fenómeno social con el que no contaban quienes estaban planificando la transición y pensaban dejar tal cual la estructura económico-militar dominante. Un estorbo para quienes aplicaban el principio de cambiar algo para que nada cambie.

Se trató de una lucha exitosa, basada en la no violencia, que no rebajó ni dulcificó su meta hasta conseguir que el servicio militar dejara de ser obligatorio en España. Una lucha que no necesitó ni de líderes ni de héroes ni de falsos representantes del pueblo, ni de consensos, ni de negocioaciones con los poderes del estado, ni de la violencia. Una lucha que sacó su fuerza de la coherencia de quienes no quisieron sacrificar ni su independencia personal al pensamiento único, ni sus sentimientos de compasión con el que sufre y de solidaridad con el resto de la especie humana a una justificación de la necesidad de la violencia. Una lucha de quienes nunca creyeron que el verdadero enemigo está más allá de las fronteras.

Pepe Beúnza, Jordi Agulló, Juan Guzmán, Rafael Rodrigo, Martí Olivella, etc... exponen aquí en este BLOG cómo fue su negativa a coger las armas, cuales fueron y son en la actualidad sus planteamientos frente al militarismo, la política y la vida en general.

A su vez es un BLOG orientado a la colaboración de todos aquellos que plantearon su oposición al servicio militar entre los años 1971 y 2001 y se convirtieron en objetores de conciencia insumisos al servicio militar en España. Estamos convencidos que sus experiencias personales y sus reflexiones sobre el pasado y el presente pueden aportar puntos de vistas de valor para la presente generación de jóvenes que indignados está saliendo a las calles con actidud no violenta y pidiendo mayor participación en las decisiones políticas. Pensamos también  que su actitud y perspectiva no violenta puede ayudar a la resolución de conflcitos personales, colectivos o sociales.

Por último es un BLOG abierto a cuantas personas quieran entablar un diálogo o un debate sobre las ideas que aquí se exponen o con los autores de las mismas.

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1 comentario:

  1. Es extraño que no se informe nada de los primeros objetores de conciencia en el Estado español (testigos de Jehová, anarquistas, adventistas del séptimo día...). Todos ellos también fueron "objetores de consciencia por razones ideológicas". Atentamente

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